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Jeff Koons y el arte del liderazgo

Jeff Koons y el arte del liderazgo

6 min de lectura
Tras cinco décadas en la cúspide del mundo del arte, Jeff Koons opina sobre el trabajo en equipo, el liderazgo, la capacidad de saber cuándo parar y la necesidad de confiar en nosotros mismos para encontrar inspiración y creatividad.

15 de abril de 2021

El liderazgo como forma de arte

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Para artistas como Koons, el proceso de fabricación está sujeto a mejoras continuas.

Jeff Koons está en la cumbre de su carrera y lleva ya décadas dando forma al mundo del arte con sus exclusivas obras. Aun así, no muestra signos de fatiga y pone de manifiesto los factores que le han permitido seguir poniendo a prueba sus limitaciones: liderazgo y trabajo en equipo.

Sigue leyendo para descubrir el arte del liderazgo junto a uno de los artistas de más éxito de todos los tiempos.

Un desafío contínuo

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Koons admite tener limitaciones, pero nunca deja de ponerlas a prueba en sus obras.

Jeff Koons pone a prueba sus límites. «Ojalá pudiese afirmar que no los tengo, pero soy humano, al fin y al cabo. Todos tenemos límites», lamenta el artista. Pero eso no le impide explorar hasta dónde puede llegar. «Siempre he intentado exigirme más a mí mismo. Quiero expandir mis límites, seguir ampliándolos, cada vez más».

Decir que este enfoque le ha ido bien sería quedarnos cortos. Con 66 años, Koons lleva mucho tiempo siendo uno de los artistas más famosos del mundo. Ahora, en su quinta década de carrera («aunque esa palabra me sigue resultando rara»), las obras de arte de Jeff Koons siguen estando entre las más codiciadas en los museos de todo el mundo. También llegan a alcanzar sumas inmensas en las subastas y han batido dos veces el récord mundial para una obra de un artista vivo: 58,4 millones de dólares (49,1 millones de euros) por «Balloon Dog (Orange)» en 2013 y 91,1 millones de dólares (76,6 millones de euros) por «Rabbit» en 2019.

Estas hazañas han permitido a Koons montar un inmenso estudio con unos 50 trabajadores en Nueva York. Se centran en una gran variedad de disciplinas, desde el trabajo digital hasta la pintura o la escultura, pero todo ello en torno a un factor aglutinante: una pasión desmedida por el arte. «Y disfrutamos mucho de llevarlo todo al límite», añade Koons.

Encontrar tu espacio

Cuando no está en Nueva York, a Koons se le suele encontrar en Pennsylvania, el estado que le vio nacer y que alberga Antiquity Stone, unas instalaciones dedicadas a los trabajos en piedra de alta tecnología en las que se fabrican actualmente esculturas de mármol y granito para la serie Antiquity. Cuando Koon era pequeño, solía visitar Filadelfia y se quedaba anonadado contemplando la estatua de 11 metros del fundador de la ciudad, William Penn, sobre el ayuntamiento. Las vueltas que da la vida.

Según nos confiesa, tuvo mucha suerte de crecer en una familia de clase media con unos padres que le apoyaron en sus intereses artísticos. «Desde que tenía cuatro años, mis padres me hicieron sentir que estaba haciendo algo especial. A partir de ahí, el arte me permitió establecer mi identidad». Koons fue a clases privadas de arte y estudió en centros artísticos de Baltimore y Chicago antes de mudarse a Nueva York, atraído por la energía de la ciudad y la oportunidad de sentirse «parte de su generación».

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El arte ha servido a Koons como elemento identitario desde que era un niño.

Su experiencia en el mundo del arte fue de todo menos convencional. Koons estuvo varios años trabajando como agente de bolsa hasta que consiguió la libertad suficiente para crear exactamente el tipo de arte que quería crear. Se pasaba las tardes y los fines de semana en su minúsculo apartamento, creando piezas con globos de colores llamativos y aspiradoras y experimentando con las leyes de la física para elaborar otras obras. «Cuando empecé, solía aprovechar cualquier oportunidad que pudiera para sacarle el máximo partido posible».

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Koons dice que no es un perfeccionista, ya que, según afirma, la perfección no existe.

Al final, y debido a su deseo de trabajar con varios materiales y procesos de fabricación, Koons empezó a colaborar con otras personas para poder llevar a cabo sus ideas. «Empecé a darme cuenta de que disfrutaba al trabajar con otras personas y que era más divertido que estar yo solo, sentado en una sala todo el día. Me encanta estar con la gente».

Aunque comenzó siendo una iniciativa solitaria, su proceso artístico poco a poco tuvo que afrontar producciones que requerían el trabajo en equipo. Cuando Koons empezó a estar en la cresta de la ola, formó un estudio compuesto por un equipo entusiasta dedicado a crear sus únicas e impresionantes obras de arte. Llegó un momento en el que tuvo una plantilla de más de 100 empleados en nómina en su estudio.

El arte de liderar

La materialización de su creatividad siempre ha sido el objetivo principal de Koons, pero este cambio le permitió dedicarse a explorar algo nuevo: el arte del liderazgo. Se trata de una dicotomía interesante, según nos dice, porque el arte es una actividad relacionada con la radicalidad y, al mismo tiempo, la base de todo aquello que resulta importante en nuestras vidas. «Es vanguardismo, no hay reglas». Simultáneamente, el arte es un vehículo que permite comunicar qué significa ser humano. Por eso nos parece tan valioso. «Bueno, he intentado ser un líder basándome en todo lo que he aprendido de ser un artista: cómo puedes comunicarte con las personas, encontrar el sentido de tu propia vida y ayudar a los demás a encontrar un significado a todo esto que les permita abrirse al mundo».

Koons genera todas las ideas para sus obras de arte. «A lo largo de los años, he tenido mucho tiempo de pensar en lo que se puede hacer como artista para ser creativo», afirma. «¿De dónde puedes sacar una idea? ¿De dónde proceden? Y de lo que me he dado cuenta es de que lo único que puedes hacer es fiarte de ti mismo y seguir tus propios intereses». Puede que resulte sorprendente que la búsqueda de inspiración suela ser cuestión simplemente de observar la vida cotidiana. Gran parte del arte de Koons procede de lo «listo para usar», a menudo de incorporar objetos del mundo que nos rodea y de exhibirlos en el contexto artístico, ya sean juguetes, animales, flores o personajes de cómic.

O coches. Koons es uno de los numerosos artistas de primer nivel que han colaborado en el proyecto BMW Art Car (➜ Leer más: Wild at Art: historia del BMW Art Cars). Junto a nombres como Alexander Calder, Roy Lichtenstein, Andy Warhol o Frank Stella, siempre ha querido formar parte de la familia. En 2010, el BMW de Jeff Koons, un BMW M3 GT2, fue expuesto en el centro Pompidou de París. Koons creó un coche adornado con largas franjas de color, según explica, para capturar la sensación de aceleración. «Examiné muchos tipos de formas de energía, desde los cuásares hasta las supernovas, pasando por los haces de luz. Todo aquello que nos da esa sensación de explosión y velocidad».

Saber cuándo parar

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Según reconoce, parte de la trayectoria de Koons ha supuesto aprender a saber cuándo parar.

Incluso a lo largo del proceso de materialización de la idea de Koons en una obra tangible, el artista afirma que la contribución de su equipo es valiosísima. «Me ayudan a dar vida a mis ideas mediante distintos procesos de fabricación. Y todos estamos intentando mejorar los procesos para aportar algo nuevo y hacer que las cosas ocurran con tanta velocidad y eficiencia como sea posible». Como director del estudio, Koons afirma que intenta dar ejemplo a la hora de esforzarse por conseguir algo: «Eso lo podemos hacer». Con esa actitud, atrae a ciertos tipos de personas: parte de su equipo lleva trabajando con Koons más de 25 años. Les entusiasma descubrir y conseguir cosas. «Como equipo, no intentamos conseguir lo imposible, sino hacer que las obras comuniquen una sensación de sobrecogimiento y maravilla al espectador. Es una emoción que el público puede trasladar a sus propias vidas. Creo que, con ayuda de mi equipo, puedo mejorar cada vez más mis obras».

A Koons, a veces, le han dicho que es un perfeccionista, aunque él lo niega, por el simple hecho de que no cree en la perfección. Dice que se parece a cuando un perro se persigue la cola: un esfuerzo interminable que siempre acaba resultando decepcionante. Pero eso no impica que sus exigencias sean bajas. Más bien al contrario: cree firmemente que siempre debes hacerlo todo lo mejor posible, pero sin olvidar que todo proceso tiene un final. A Koons le gusta llevar su trabajo al límite de lo posible. «Tienes una oportunidad, una sola ocasión de lograrlo. Y cuando hablamos de arte, la pieza se quedará ahí, para siempre, según la hayas terminado. Por eso siempre intento llevarlo todo lo más lejos posible. Pero, al final, llega un punto en el que hay que saber parar».

Fotos: CNN/BMW; Autor: Geoff Poulton

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