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Fue el profundo y terrible estruendo de un trueno retumbando en las imponentes cimas, allá a lo lejos, lo que me devolvió a la realidad. Antes de ese momento dramático, cortesía de la madre naturaleza, había estado perdido en mis pensamientos contemplando el valle en el que me encontraba. Ahí estaba yo, con la boca abierta y la cámara apuntando al suelo, maravillado ante el paisaje y preguntándome cómo habría sido llegar hasta este impresionante rincón del planeta con los primeros pobladores. Y entonces, antes de que pudiera ahondar en mis pensamientos, el cielo cada vez más oscuro se llenó de múltiples ráfagas de luz, seguidas de un trueno estremecedor.
Pensé que quizá lo más sensato sería volver al coche; una decisión que demostró ser acertada apenas unos instantes después, cuando empezó a granizar. Desde el cómodo interior del BMW 840i Coupé (➜ Leer más: THE 8 X JEFF KOONS: un sueño hecho realidad) que me habían entregado, no solo pude admirar el impresionante espectáculo de fuera, sino que también tuve la oportunidad de reflexionar sobre todo lo acontecido durante los cuatro increíbles días anteriores.
La pura verdad es que BMW no fabrica ningún vehículo lento, solo algunos un poco menos rápidos.
Nada más aterrizar en Múnich me dio la bienvenida uno de esos hermosos días de primavera que recuerdan al verano en todo su esplendor. Las temperaturas cálidas y los cielos despejados acompañaron a nuestra expedición de periodistas y redactores durante todo el viaje hasta el lago de Como, donde nos esperaban las vistas y la acústica del Concorso d’Eleganza (➜ Leer más: Jeff Koons: el sentido de todo) que, después de cancelarse en mayo de 2020 y posponerse hasta octubre de 2021 debido a la pandemia, este año volvía a celebrarse en el Grand Hotel Villa d’Este en sus fechas habituales de mayo. Con un acontecimiento tan especial al final del camino, cualquiera podría pensar que estaría ansioso por llegar lo antes posible. Sin embargo, como suele ocurrir, lo importante de este viaje no era el destino, sino el trayecto.
Con el sol brillando en el cielo pude ver cómo Múnich desaparecía rápidamente del espejo retrovisor mientras comenzaba mi primera oportunidad de poner a prueba el BMW M850i xDrive Gran Coupé. De joven, en Estados Unidos, mi afición por los automóviles me llevaba a soñar con coches exóticos que yo conducía por los tramos sin límites de velocidad de las autopistas alemanas. Así que, ahora que por fin estaba en Alemania, en cuanto vi la señal de tráfico con las cinco líneas oblicuas que indica que no hay límite de velocidad supe que había llegado el momento de hacer realidad unos cuantos sueños. Hoy soy algo más maduro y solo exprimí el velocímetro del BMW Serie 8 Gran Coupé durante un tramo corto una o dos veces (bueno, quizás unas cuantas veces más) pero, por supuesto, todo fue con fines de investigación.
La pura verdad es que BMW no fabrica ningún vehículo lento, solo algunos un poco menos rápidos. El BMW M850i xDrive Gran Coupé no es uno de ellos. Este tira, y tira, y tira. No creo que nadie haya dado con el arte de la turbocompresión del modo en que lo ha hecho BMW, y eso queda claro en el BMW Serie 8 Gran Coupé, que es capaz de hacer que los números del panel de instrumentos digital suban en un abrir y cerrar de ojos. Estar al volante de un vehículo que puede estimular tus emociones con tanta rapidez es una de las grandes maravillas de la era moderna. Durante este viaje no he dejado de pensar para mí: «Vaya manera de viajar». Me encanta que un coche tan lleno de comodidades también pueda ser tan divertido de conducir en algunas de las carreteras más espectaculares jamás construidas.
Cuando llegué al final de la autopista de Garmisch-Partenkirchen, todo lo que tuve que hacer para elevar al máximo el factor de la diversión fue acceder a los ajustes de navegación con el iDrive, seleccionar las opciones «Evitar peajes» y «Evitar autopistas», y buscar el itinerario con más curvas. Elegí un trayecto ligeramente distinto al de mis otros compañeros: preferí pasar por St. Moritz para poder contemplar el lago Silvaplana. No tenía ni idea de que la «ruta oficial» nos llevaría al día siguiente por el paso de Julier y que habría tenido la oportunidad de ver el valle entero de todas formas.
Pero no me arrepiento ni lo más mínimo de haber recorrido dos veces una carretera tan fantástica. Incluso agradezco haber llegado a nuestro hotel desde el sur, ya que el paisaje era completamente distinto del que nos encontramos la mañana siguiente cuando salimos de la ciudad rumbo al norte antes de volver atrás para cruzar de nuevo el paso de Julier. Con la luz resplandeciente de la mañana sustituyendo al apacible resplandor del crepúsculo, las curvas y las rectas del paso de Julier parecían muy diferentes, y mi actitud al volante también cambió bastante.
Fue entonces cuando más me impresionaron las características del BMW M850i xDrive Gran Coupé, y mi admiración fue en aumento a medida que avanzaba con rapidez y facilidad por el icónico paso de Maloja antes de entrar en Italia. Difícilmente se puede encontrar un mejor modo de trasladar a tres personas por los Alpes con total comodidad mientras el conductor disfruta al volante. En estos viajes, en los que hay tanto que ver y tan poco tiempo para verlo todo, mi objetivo es captar tantas perspectivas nuevas como sea posible. La verdad es que, al final, la impresión que me llevé del BMW Serie 8 fue muy distinta a la que me formé al entrar en él.
Caminar después entre tantos modelos M clásicos en el recinto de Villa Erba durante el evento de BMW «Wheels & Weisswürscht» aportó muchísimo contexto. La pasión de coleccionistas y aficionados por la marca saltaba a la vista: varios vehículos BMW M535i (E28), muchos modelos BMW M2, un BMW M635CSi y hasta el M3 CSL (E46); el amor por «el no va más de la automoción» era evidente. Sin embargo, caminar entre clásicos solo sirve para entrar en contexto; para entender y apreciar de verdad el ADN de la marca hay que ponerse al volante de un par de iconos. Por suerte, eso es justo lo que pude hacer, ya que durante mi estancia en el lago de Como tuve la oportunidad de probar algunos de los precursores del BMW Serie 8 Gran Coupé...
Si está leyendo esto, seguro que sabe por qué los apasionados de la automoción de todo el mundo tienen tan buen concepto del BMW M1 y el BMW 3.0 CSL. No necesitan presentación. Sus historias están grabadas en piedra; son leyendas.
Así que, ¿qué más puedo añadir? Solo que en ambos modelos está presente lo mejor de lo mejor de BMW y que estos vehículos están a la altura en todos los sentidos. Conducirlos durante mi estancia en Italia me ha ayudado a entender el punto de partida desde el que han evolucionado los vehículos BMW actuales más que cualquier otro BMW clásico al que haya tenido la suerte de subir.
El BMW M1, con todo lo intimidante que pueda parecer, es una auténtica delicia. Si uno está familiarizado con las cajas de cambio manuales dog-leg, es un vehículo fácil de conducir (hasta por las estrechas calles italianas) y te envuelve completamente de un modo que pocos coches pueden igualar (➜ Leer más: Coches clásicos de carreras: leyendas de pasión de BMW). Atrae con razón toda clase de atenciones, sobre todo, con la pintura blanca natural del ejemplar que pude conducir. Es la excelencia del diseño Giorgio Giugiaro en estado puro. Y, mientras aceleraba el motor de seis cilindros en línea por las carreteras a orillas del lago de Como, me dio la sensación de que la gente seguía impresionándose tanto al verlo hoy en día como a finales de los años setenta. Es una lástima que la historia se desarrollara de la manera en que lo hizo y que al BMW M1 no se le diera una auténtica oportunidad de triunfar como vehículo de producción o de carreras, pero supongo que todo eso alimenta su condición de gran objeto de deseo entre los coleccionistas.
Luego está el BMW 3.0 CSL. Con este vehículo no tengo una larga historia. Los modelos BMW M5 (E34 y E39) de principios de los años 2000 me convirtieron en un apasionado de los modelos BMW de los noventa. No sabía absolutamente nada del BMW 3.0 CSL hasta hace unos diez años, cuando un amigo hizo que me fijara en uno durante un evento «Cars & Coffee» en Los Ángeles. Ahora que he conducido el que probablemente sea el ejemplar más deseable, un BMW 3.0 CSL «batmóvil» de 1973, entiendo por qué mi amigo se entusiasmó tanto cuando lo vio. Representa todo lo que BMW fue, es y aspira a ser, resumido en un vehículo ligero. Con una relación potencia/peso de 6,1 kg/CV, es la esencia de lo que debe ser un turismo deportivo. Cambiar de una marcha a otra por carreteras sinuosas, escuchar el ronroneo del motor de seis cilindros en línea entre las 4.000 y las 5.600 rpm, con villas centenarias a un lado y el radiante lago al otro... esa es la materia de la que están hechos los sueños. Sabía que estaría a la caza de esa sensación durante años, y no era capaz de imaginarme experimentándola de nuevo hasta el momento en el que volviera a sentarme en el asiento del conductor de otro BMW 3.0 CSL.
Eso me devuelve al punto de partida de esta historia, el interior del BMW 840i Coupé, aparcado ahora en un valle de Suiza (➜ Leer más: La magia de los materiales: el arte de realzar). Cuando el granizo se convirtió en lluvia y la tormenta amainó, salí del vehículo y me encontré en un mundo tan fresco, limpio y vibrante que mis sentidos se desbordaron. ¿Era muy distinta esa sensación de la que experimenté al volante del BMW 3.0 CSL? Sinceramente, no. Dejando a un lado toda la tecnología digital moderna que incorpora, los datos de potencia y las comodidades, aunque solo sea por un instante, lo más impresionante del BMW Serie 8 es que lleva claramente grabado el ADN de los BMW icónicos del pasado.
Sin lugar a dudas, el emblema especial «50 Years of M» basado en el diseño original del volante del BMW M1 que lucen el BMW M850i xDrive Gran Coupé y el BMW 840i Coupé me parecieron mucho más justificados después de mi experiencia entre Múnich y Como. Los puertos de montaña que atravesé en Suiza al volver a Múnich no hicieron más que afianzar mi opinión de que el nuevo BMW Serie 8 tiene mucho que apreciar, sobre todo, cuando miras al pasado en busca de inspiración.
Andrew Maness es jefe de redacción de «The Motoring Journal», una publicación impresa estadounidense dirigida a los amantes de los vehículos modernos. Asesor, productor de vídeos, bloguero y fotógrafo apasionado, Maness viaja por todo el mundo en busca de más emociones automovilísticas, a menudo conduciendo y reseñando algunos de los vehículos más fascinantes del planeta. Para este artículo, Maness formó parte de un grupo de invitados especiales compuesto por influencers, fotógrafos, redactores y periodistas automovilísticos de todo el mundo a quienes BMW pidió que condujeran el nuevo BMW Serie 8 desde Múnich hasta la sede del Concorso d’Eleganza en el lago de Como, Italia, y que compartieran sus experiencias con nuestros seguidores y lectores.
Autor: Andrew Maness; Art: Carolin Wabra, Madita O'Sulivan, Shin Miura, Shin Miura Fotos: Enes Kucevic