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Mohsen Kaboli es doctor por la Cátedra de Robótica e Inteligencia Artificial de la Universidad Técnica de Múnich y posee 20 patentes. Junto con su equipo, lleva cinco años trabajando en Garching (cerca de Múnich) en la investigación del sentido del tacto humano y en su emulación digital. En Garching tiene su sede el área «Desarrollo en fase inicial» de BMW Group. Aquí las oficinas no tienen puertas, sino portones de garaje, y en ellos no hay nombres y abreviaturas, sino conceptos como «El interior del futuro» (➜ véase también: BMW Vision Neue Klasse: Die Zukunft jetzt erleben) . Detrás hay prototipos y estudios de diseño, gafas de realidad virtual, bocetos, muestras de tela, volantes, palancas de cambios...
El sentido del tacto es el primero y más importante con el que el ser humano percibe su entorno.
¿Qué hace tan especial al sentido del tacto para que los investigadores pretendan emularlo de forma digital? El sentido del tacto se desarrolla antes que ningún otro en el útero, ya a las siete u ocho semanas. Es nuestro contacto con el mundo y lo necesitamos para sentir los límites de nuestro cuerpo y aprender la propiocepción, es decir, la percepción espacial. Aunque una persona sea ciega de nacimiento, puede utilizar el sentido del tacto para percibir la forma, el peso y la textura de los objetos y crear así en su cerebro una imagen tridimensional realista de lo que está tocando. Esto se debe a los millones de receptores que hay bajo la piel, nuestro mayor órgano sensorial. Ellos perciben todos los estímulos, reaccionan a las diferencias de presión, vibraciones, tacto, calor y frío, miden el estímulo y transmiten la información al cerebro para que la procese.
Sin el tacto no podríamos orientarnos en el mundo por mucho que podamos ver, oír, oler y saborear. El sentido del tacto también es crucial para nuestro pensamiento y nuestra inteligencia: en la primera infancia nos permite diferenciar entre objetos y comprender relaciones abstractas.
Por qué la conducción debe interpelar a todos los sentidos
Felix Staudacher es el responsable del diseño de los elementos de mando de todas las marcas de BMW Group. Es decir, conmutadores, botones, palancas, pulsadores... Todo lo que se puede pulsar, girar o accionar en el vehículo. Además, también es responsable del diseño de la iluminación y la experiencia olfativa en los vehículos. «Cuanto más interpelemos a los sentidos, tanto más intensa será la experiencia. Si conseguimos dirigirnos a los siete sentidos, la experiencia se ancla a nivel emocional», explica.
Los vehículos son productos emocionales. La gente pasa mucho tiempo en su coche. Staudacher quiere diseñar los detalles de los vehículos para que se conviertan en experiencias, crear superficies y materiales con los que se disfrute interactuando y que se quieran tocar. Que su manejo sea un disfrute.
Si limitamos un producto a que cumpla exclusivamente una finalidad evidente, nunca será un producto emocional.
¿Qué caracteriza a un producto emocional? Todo depende de las asociaciones que despierte. «Todos nosotros tenemos un cierto instinto que nos lleva hacia el juego», afirma. Todos llevamos un niño dentro, y eso se refleja en pequeños gestos: muchas personas se mesan el cabello cuando reflexionan o tamborilean con los dedos en la mesa, juegan con las manos, balancean los pies... Los pequeños gestos que hacemos inconscientemente suelen tener un componente emocional consciente, y su significado no se puede perder con el progreso digital. El ser humano necesita lo táctil, el contacto, la emoción, lo lúdico en medio de lo cotidiano. Y así debe ocurrir también en el coche.
Disfrutar del manejo
¿Cómo encontrar esos materiales que nos gusta tocar y cómo utilizarlos en el vehículo? Para responder a esa pregunta, explica Staudacher, primero hay que dejar de lado la pura funcionalidad. Lo primero que busca en un material es la estética y no la utilidad. Solo después piensa en dónde se puede utilizar. Así surgió el controlador iDrive exclusivo en la consola central del BMW iX. El aluminio y el plástico habrían sido la elección evidente. No en vano, en teoría no es más que un simple interruptor giratorio. En su lugar, Staudacher optó por una superficie de madera para el panel de mando central y, sobre ella, cristal tallado. La madera y el cristal son superficies que nos gusta tocar. Además, muchas personas las perciben como algo de gran nobleza.
Diseño con estilo
Mohsen Kaboli quiere implementar en el vehículo mediante inteligencia artificial la sensación que caracteriza a los diseños de Staudacher, su colega de BMW. Se trata de transmitir la sencillez y el confort a través de la tecnología. A Staudacher y Kaboli les une su propósito de conservar lo humano y las emociones en el espacio digital, alejarse de la pura funcionalidad y eficiencia rumbo a una experiencia lo más amplia posible para todos los sentidos.
Staudacher y Kaboli persiguen el mismo objetivo, pero desde diferentes mentalidades: quieren integrar lo digital en materiales analógicos. Por ejemplo, envolviendo los sensores en tela o instalando efectos de LED en superficies de madera. «La modernidad también puede surgir cuando falta algo que conocemos o cuando se unen cosas que previamente estaban separadas», afirma Staudacher.
Como la iluminación y la tela. La iluminación asume un nuevo papel en el vehículo: antes su función era dar luz o mostrar una información. Ahora interactuamos con la iluminación, que despierta emociones, crea un ambiente y una estética. «Estamos intentando liberarla de la pantalla para que la iluminación y la tela se conviertan juntas en algo nuevo». Así, pretende alejarse de las pantallas táctiles y las superficies frías en favor de alfombrillas, láminas y fibras iluminadas en elementos de mando como las manillas de las puertas, los conmutadores y los reguladores giratorios. «¿Qué ocurriría si se pasara la mano por el cuadro de instrumentos y la luz empezara a seguir el movimiento?», se pregunta Staudacher. «Nadie podría resistirse a juguetear con ello».
La tecnología, al servicio del ser humano
Mohsen Kaboli se ha marcado una misión similar o, como él mismo la denomina, «humanizar la tecnología». En su caso, lo hace con sensores y no con elementos luminosos. Está desarrollando un asiento cognitivo que debe estar en los vehículos de BMW en solo unos años. A simple vista parece un asiento de coche normal, pero el plano del asiento completo y la consola central correspondiente están equipados con miles de sensores táctiles que emulan el sentido del tacto humano y reaccionan a los contactos, a la presión y a las diferencias de temperatura. Un asiento de coche equipado con sensores táctiles reconoce la posición exacta y el tamaño de las piernas, la espalda y los hombros, así como la distribución del peso corporal.
Si se les facilita a estos sensores una base de datos y se los dota de inteligencia artificial, cobran vida. Entonces, el asiento detecta si un pasajero tiene una postura poco saludable o problemas ortopédicos y corrige automáticamente la posición. Reconoce si el ocupante está sudando o si tiene frío y regula en consecuencia la temperatura de forma individualizada para cada zona del cuerpo.
La interacción entre ser humano y máquina
«En el futuro, el reposabrazos podrá medir la presión sanguínea y la temperatura corporal», explica Kaboli. Lo define como una «Human-Robot Collaboration». Esta tecnología se aplica ya hoy en día en el ámbito de la medicina. El sentido del tacto artificial de una prótesis como ampliación de la propia sensación del cuerpo. «Quiero conseguir que las personas pierdan el miedo a la inteligencia artificial y que la vean como una ayuda para nosotros», afirma Kaboli. El futuro —en eso coinciden Mohsen Kaboli y Felix Staudacher— nos pertenece a los seres humanos, no a las máquinas.
Autora: Verena Beck; diseño gráfico: Lucas Lemuth, Verena Aichinger; fotos: Amos Fricke, Roderick Aichinger